25 de septiembre de 2007

El Asesinato del Abuelo

Con este relato lo que intento hacer es demostrar que los policías “yanquis” no son tan así como los muestran en las películas de Holywood, donde son capaces de esclarecer un asesinato a partir de una pelusa que encontraron en el lugar de los hechos. En verdad son más humanos, y pueden cometer errores como cualquiera; pero no intentaré quitarles credibilidad, además no tengo la capacidad moral para hacerlo. ¿Quién la tiene?, creo que nadie. Lo que quiero es contarle esta historia nada más porque me parece divertida. Entonces sin más preámbulos, pasaré a relatar el episodio:

Ocurrió en una ciudad no muy alejada de Buenos Aires, (Usted está pensando que le mentí con la introducción, pero no desespere, siga leyendo que ya se va a enterar cual fue la metida de pata del famosísimo F.B.I.) donde la realidad socio-política de la Argentina siempre se expresaba en su máxima potencia: fábricas cerradas, escuelas comedores, policías ansiosos de usar sus palos y políticos con bolsillos llenos. En una mañana fría de Julio, en la casa de la familia Sánchez, una familia normal en un país anormal, sucedió el hecho que traspasaría las fronteras, para llegar a los lugares más recónditos del globo. Pedro el hijo menor de la familia, que se encontraba en vacaciones de invierno, se había despertado temprano para irse de paseo con sus amiguitos, pero para desgracia de sus planes, mientras se ponía la camiseta de RACING encontró el cadáver de su abuelo tirado delante del ventanal que daba al patio. El momento fue bastante traumatizante para el niño, ya que además, al cadáver le faltaban los ojos. La policía no tardo en llegar y rápidamente se llevaron el cuerpo a la morgue judicial, donde le hicieron la autopsia que dio como resultado: muerte a causa de un paro cardiovascular producido, aparentemente, por un veneno que no se logra encontrar en la sangre, este es conocido por que es utilizado para matar ratas. Supusieron esto porque encontraron restos del veneno cerca del cuerpo

La policía bonaerense ineficaz, como siempre, buscó la ayuda de sus pares estadounidenses que estaban tras la pista de un asesino serial que mataba personas mayores, de entre sesenta y setenta años (el abuelo tenía sesenta y seis), con un método similar al utilizado en este delito y para saciar una necesidad sádica que lo excitaba, según los psicologos norteamericanos, les sacaba los ojos y se podría asegurar que se los comía, porque en un de los cuerpos encontrados se halló un pedazo de ojo con marcas de una dentadura humana. Los agentes del F.B.I. vinieron velozmente pensando que su hombre se había escapado para la Argentina. Tan rápido sacaron sus conclusiones que parecía que se burlaban de la policía local. Dijeron que había sido un robo, ya que la jubilación del abuelo había desaparecido; la falta de los ojos se debía a un cierto fanatismo del asesino y su sospechoso era un vecino que acababa de venir de algún país de habla inglesa, pero no sabían de cual, porque sus documentos eran falsos. El F.B.I. había descubierto algodones con sangre de la víctima en la bolsa de basura del extranjero, y cuando allanaron la casa descubrieron el veneno que supuestamente había sido utilizado para matar al pobre anciano. Esa fue la última prueba que necesitaron. Se lo llevaron para Estados Unidos. Le hicieron un juicio no muy justo y lo sentenciaron a muerte. Mañana lo espera la inyección letal.

Usted lector se preguntará cuál fue el error de los super agentes, bueno aquí va. Primero, la sangre de los algodones se debía a que este buen vecino se cruzó con el viejo la mañana de la muerte, el pobre se había caído en la calle y como su familia no estaba lo curó él. Y ahora lo de la muerte (que fue en lo único que la pegaron): fue por un paro cardiobascular, pero no producido por un veneno para ratas sino por un susto que se dio el viejo. El hombre que sufría un problema de próstata, no se aguantaba, bajo como todas las noches a hacer sus necesidades. Pero ese día alguien pensaba robarlo. El ladrón, no muy eficaz, se llevó un tacho por delante, entonces el abuelo desesperado, se dirigió hacia el ventanal, corrió la cortina, y vio una imagen, tal julepe se pego que el corazón no le aguantó. Al ladrón no lo vio, me había escondido bastante bien, a sí que supongo que se vio a sí mismo reflejado en el vidrio de la ventana y sé penso que era otra persona, entonces ahí aproveché y le robé la jubilación. Lo de los ojos supongo que fue la misma rata que intentaba cazar el vecino y el viejo, no lo puedo asegurar, pero es lo más probable.

Ahora la única salvación de esa pobre persona, que será ejecutada es que aparezca este mal viviente y declare como realmente sucedieron los hechos o que alguien lo delate. Pero quién sabe quién fue, aparte si usted lo supiera, gastaría una llamada hasta Texas para salvar a un desconocido. El teléfono sale caro y yo le aconsejo que ahorre, estamos viviendo tiempos difíciles.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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