16 de septiembre de 2007

Carta manuscrita al poeta empedernido (ahora devenido Felipe Pigna de las relaciones amorosas) - I

No entiendo tu insistencia militante en despotricar contra los rituales establecidos para hablar con una chica con la que tenés intenciones fraternales. Hay una manera simple y fácil de acercártele, un código en el que no importa la verdad de las palabras, dos o tres frases que cualquier ser humano sabe decir y listo. Y combatís contra eso para que la cosa se ponga más difícil y requiera de más imaginación.

Es un doble trabajo: a) luchar contra lo que está establecido; b) el que nos espera cuando logres derribarlo. Si diciéndole "que linda que sos, ¿creés en el amor a primera vista? porque yo no creía, pero tus ojos me hicieron cambiar de parecer" está bien, ¿por qué luchar contra eso para después tener que pensar tres días algo ingenioso para que te empiecen a prestar atención?

Vos podrás decir “sonás como un pequeñoburgués que defiende el estado de cosas que te beneficia. Hay que eliminar esos discurso estandarizados que lo único que hacen es representar a la mujer como un objeto”. Yo te respondo. Uno: no es una situación que me beneficie, no te voy a dar detalles de mi vida amorosa, pero si estoy un domingo a la tarde escribiendo esto, te imaginarás que muy bien no anda, y no es que la situación haya sido distinta en los últimos cinco años de mi vida, sólo que antes miraba la tele en vez de escribir. Dos: vos sonás re revolucionario, siempre preocupado por los verdaderos flagelos de la humanidad, ¿cómo vas con la campaña para salvar a las vacas de los humanos carnívoros que les dan asilo en sus parrillas? Convertís en un motivo de lucha un acuerdo voluntario entre personas que no quieren perder en palabras el tiempo que podrían destinar a atragantarse con la lengua del partenaire.

Por otro lado, “Desmitificándolas (las frases que circulan en los discursos masculinos) voy a lograr que millones de mujeres abandonen a sus parejas porque se van a dar cuenta de la cantidad engaños a las que son sometidas.” Tu concepción feuerbachiana de la conciencia hace retroceder dos siglos a las Ciencias Sociales. O la conciencia está en el centro de la escena o no, no le veo otra salida. No hay un “me di cuenta, ahora que veo la realidad y descubro el velo del engaño actúo en consecuencia”. La conciencia cambia cuando cambia la vida material.

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