9 de agosto de 2007

No Arte¡

Viajar en colectivo no es una actividad placentera, no porque el que lo conduce es un ser sin sentimientos con mierda en vez de corazón, y caca en vez de cerebro; no porque el estado de las unidades es de una calidad inferior a una porquería; no porque van repletos de gente y vos quedás enfrentado a un señor que hace tres semanas que no se baña; no porque las calles están tan destruidas que rebotás de un lado a otro, pudiendo terminar entre las tetas de una vieja o las nalgas de un plomero; no porque tardan en llegar, a la parada y al destino. ¡No! Por ninguna de estas cosas en particular, sino por la suma de cada una de ellas, que unidas forman un cóctel desmoralizador para cualquiera, que puede causar las reacciones más exorbitantes que uno se pueda, o no, imaginar.

Mario, empleado de comercio, soltero, fanático de las películas de Bruce Willis, se bajaba del colectivo luego discutir con una señora, pelearse con un chabón y escupir al bondyman. Influenciado por un ataque de ira e iluminado por el don de aquellos que pueden crear belleza, cuando el vehículo arrancaba, arrojó una piedra al parabrisas del mismo, haciendo que el puto del chofer pierda el control, pasara por arriba de un taxi en el que viajaba Jorge Rial y cruzara el semáforo en rojo provocando un choque en cadena que involucró a al menos otros 24 autos más. En pocos minutos el ambiente se musicalizó con sirenas de bomberos y ambulancias, llantos de gente y gritos desgarradores de personas que no encontraban alguna de sus extremidades.

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